Vilna, ciudad conocida como la "ciudad del Barroco" y a la que puede volar desde Helsinki en menos de dos horas. Catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, los edificios de color pastel del casco antiguo parecen casas de muñecas y los restaurantes con bodega están estupendamente ambientados en la época. Por otro lado, merece la pena visitar la torre medieval de Gediminas y no solo porque el paseo hasta la colina esté recompensado por las vistas panorámicas de la ciudad.

El barrio de Užupis es famoso entre los artistas y, en 1997, se declaró república independiente. Lleno de pintorescos cafés y galerías, este distrito alberga también la iglesia de Santa Ana, una de las más bellas de Lituania, así como el único monumento del mundo a Frank Zappa. El museo de las víctimas del genocidio, ubicado en la antigua sede de la KGB, es el legado de la historia más oscura de la ciudad. Y, si tiene tiempo, ¿por qué no dedicar un día o dos a visitar los alrededores de la ciudad? El castillo de Trakai y la playa de Palanga están a un pequeño viaje en autobús.